En Görlitzer Straße los raíles del tranvía se juntan de forma que sólo pueden pasar de uno en uno. Esto a menudo me recuerda a la necesidad de esperar, y tomarme las cosas con calma. Como aquella vez que un alemán desarrapado con aspecto de delicuente me siguió unos veinte metros a voz en grito y contuve las ganas de salir corriendo: tan sólo quería advertirme de que se me había caído la cartera.
Probablemente este alemán venía de o se dirigía a la assi ecke, la esquina donde comienza Görlitzer Straße. Assi significa antisocial o de baja calidad y es el peyorativo por el que se conoce a parte de la población nativa del barrio nuevo (la Neustadt) de Dresden. Cuando hace bueno, los assis se reúnen en esta esquina a tomar cerveza y poner música a todo volumen, con lo que en verano es frecuente encontrar a muchos vecinos del barrio sentados en el mismo suelo, pasando el rato. Se podría decir que esta gente ha formado su propia tribu y la calle, o al menos esta intersección, les pertenece. Coches y tranvías esperan pacientemente a que el borracho de turno acabe su danza, tras la cual saluda a su público como un gimnasta en los Juegos Olímpicos. Incluso en invierno, cuando cualquier español estaría atrincherado bajo varias capas de mantas en su salón, es posible encontrar a gente tocando la guitarra y bebiendo en la assi ecke. Son tan cutres que han dado toda la vuelta y se han vuelto cool. Es innegablemente el corazón de este barrio, que bombea gente rara en todas direcciones.
A medida que subimos por la calle dejamos atrás los principales bares, antros del demonio donde las fiestas van a dejarse morir. Por un lado tienes el sofisticado Lude, elegantemente decorado con fotos de hombres y mujeres en pelotas. Si esto no es lo tuyo, siempre puedes ir al Zille, donde no tengo absolutamente ningún recuerdo que merezca la pena rescatar, más allá de aquella vez (de tantas) que fuimos a ligar y Daniel se llevó a la chica mas guapa (como siempre). No es extraño. Como buen italiano, Daniel es un tipo atractivo y bien puesto, todo lo contrario a lo que alguien de Neustadt está acostumbrado a ver. Cuando la fiesta ya ha muerto del todo todavía puedes tomarte un White Russian en el Lebowski, el after donde ponen la película de los hermanos Cohen en bucle. También puedes irte a casa y aceptar la derrota. No en cuanto a ligar, que también, si no en cuanto a reconocer que estos bares son de lo mejorcito de Dresden y que probablemente la semana siguiente acabarás allí de nuevo aunque sólo sea por falta de opciones.
Görlitzer Straße tiene mucho que ofrecer. A pocos metros de los principales bares tenemos varias hamburgueserías distintas de obligada visita y calidad decreciente, esto es, según subes por la calle, peor es la hamburguesa. Ciertamente, uno no puede decir que conoce la Neustadt hasta que no se ha zampado una cheeseburger en la Kanteen nº2. Ahora, el verdadero habitante de estos lares es el que pragmáticamente escoge la sobriedad del Hamburger Club13, porque siempre hay sitio para sentarse y porque sabe que la felicidad del dueño al ver clientes en el local es un regalo que bien compensa el no tan agradable sabor de su hamburguesa. Casi enfrente encontramos uno de mis lugares preferidos: Thalia, el cine del barrio. A menudo organizan concursos de cortos y jornadas de mesas redondas sobre cine. Además, es también un bar muy tranquilo donde tomarse un vinito o una cerveza que por supuesto puedes pasar a la proyección. En verano abren la cristalera que tienen por escaparate y la gente se sienta en el descansillo, medio dentro medio fuera, mientras ven a sus vecinos subir hacia el parque o bajar a la assi ecke.
Más adelante la cosa se enfría un poco pero ya te digo, esta calle tiene de todo. Si te van más los juegos de mesa, el Barnebys es tu sitio. Allí encontrarás una particular versión de “memory”, el juego de memoria en el que tienes que voltear cartas hasta encontrar la pareja correcta. En la versión de Alemania del este lo que hay que emparejar son tetas. La teta izquierda con la derecha, de entre sesenta cartas. Esas son muchas tetas. Si subimos más por la calle, nos encontramos con la beerstore, una suerte de tienda-museo donde encontrarás la cerveza que más vaya contigo y donde te sientes como Harry Potter escogiendo varita.
Si se hace tarde en Görlitzer y te ha pillado seco, no debes entrar en pánico. Cerca del beerstore tenemos el späti, lo que vendría siendo el chino del barrio que cierra tarde y tiene cerveza a muy buen precio. Siempre me ha hecho gracia que el dueño se atuse el bigote y se lo peine con aire detectivesco, aunque lo más interesante que esté ocurriendo en ese momento sea que no te decidas entre una pils o una hell. Muy convenientemente, encontramos enfrente Eva`s, donde las pizzas se piden sólo para llevar. Eva es una señora con un lunar grande en la mejilla que también regenta un bar de blues unos números más arriba. Es habitual verla por las mañanas amasando con una mano y fumando con la otra.
Leila vive justo al lado. Yo he visitado más su patio que su casa, especialmente para mear durante el festival de verano que convierte la Neustadt en una suerte de República independiente por un fin de semana. Esos días cada metro de Görlitzer Straße es una fiesta, y hay diferentes puestos de comida, bebida y escenarios con música. Es sin duda el mejor fin de semana del año, aunque el patio de la casa de Leila no opine lo mismo. Quizás como metáfora del vegetarianismo de mi amiga, enfrente de su casa hay un Kebab al que no se le conoce clientela. Yo he pensado en entrar varias veces, especialmente cuando Eva`s está cerrado. También he pensado en no hacerlo nunca.
Llegando al final de la calle encontramos una segunda area de bares más relajada, donde solemos comenzar la noche. Por un lado tenemos el Zapfanstalt, o como se escriba, nunca lo he sabido. Tienen muy buena variedad de cerveza y por algún motivo se ha convertido en lugar de reunión cuando hay eventos importantes, como celebraciones de tesis o despedidas. De nombre más amable es el cubanito, un lugar de mucho ambiente donde el primer mojito te sabe un poco raro pero el segundo ya entra solo. A menudo traen músicos latinos que amenizan la noche con conciertillos a pocos centímetros de la mesa donde estás sentado. Un contrapunto excelente es el caribeños, unos metros más arriba, donde ponen cócteles que sí están a la altura del nombre del bar. Ahora, es mejor que lo pidas con una par de horas de antelación porque Orlando, mi vecino con nombre de salsa de tomate, lo prepara con mucha calma. Más o menos enfrente es donde vivía Adrián, pero ya hace tiempo que se fue. Echo de menos estar en mi salón y escribirle preguntándole qué hacía, y que si bajábamos a dar una vuelta por el barrio. La vida del estudiante de doctorado en Dresden es así. Haces muy buenos amigos, pero más tarde o más temprano se marchan. Como se fue Daniel, y como se irá Leila dentro de poco.
La siguiente puerta al caribeños es donde yo vivo. En verano, cuando llego en bicicleta, Orlando me recibe con un muy educado buena` tarde y si le pillo de humor me invita a un trago de lo que esté preparando. En este punto de la calle es donde el tranvía gira y transcurre paralelo al parque donde muere Görlitzer Straße, Alaunpark. En verano nos reunimos aquí día sí y día también. Cuando no hay una barbacoa en marcha, es probable que alguno de los nuestros se encuentre tomando una cerveza en el césped. Si no se esconden mucho, los alcanzo a ver desde mi ventana, mientras observo la calle y cómo suben y bajan los tranvías, de uno en uno.
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