Cuatro amigos recorriendo unas vías del tren. De entre todas sus imágenes, es así como recuerdo la película de «Cuenta conmigo», el canto a la amistad basada en una obra de Stephen King. En ella, cuatro muchachos se dirigen al atajo de Harlow, enfrentándose a sus miedos y forjando unos vínculos que les acompañarán de por vida.
Sería una bonita coincidencia que el atajo de esta historia debiese su nombre a Harry Frederic Harlow, el psicólogo americano conocido por sus controvertidos experimentos sobre la deprivación materna y el aislamiento social. En ellos, Harlow explora salvajemente la naturaleza del afecto y la importancia del cariño para el desarrollo cognitivo. Aquello que los cuatro chicos en las vías del tren anhelaban y acabarían encontrando en la amistad que cultivaron durante su aventura. Quizás un primer paso hacia la comprensión de aquello que nos mantiene unidos y lo que nos hace humanos.
Estas reflexiones tratan de los recuerdos. Mis recuerdos. De cómo se me aparecen, cómo se difuminan, cómo los percibo una vez cambiados. Cómo elaboro historias a partir de ellos. A qué saben, a qué suenan. Si me conmueven o me estremecen. Los recuerdos de mis viajes, mis experiencias. Los amigos que hice, los caminos que recorrí y el extraño que me ayudó. Recuerdos de miradas y de gestos. Y de cómo a través de mi trabajo intento comprender lo que son y cómo me hacen ser quien soy.