Es probable que el cerebro humano sea de lo más extraño y complejo que el universo haya creado. Nos permite pensar, reír, llorar, emocionarnos, crear objetos que antes no existían. Le permite estudiarse a sí mismo. De entre todas las funciones que tiene el cerebro, crear recuerdos es probablemente la más importante. Los recuerdos nos ayudan a estirar el instante en el tiempo en el que vivimos, como si fuera un chicle, evocando el pasado e imaginando el futuro. Toda nuestra vida es recuerdo excepto el instante presente en el que vivimos, que acaba de desvanecerse, y cualquier futuro que podamos llegar a imaginar está basado en nuestras experiencias anteriores.
Así, los recuerdos son fundamentales para la vida. Todos los animales generan recuerdos de una manera o de otra. Desde un simple reflejo aprendido por una lombriz para evitar un estímulo peligroso, hasta formas de comportamiento muy complejas como buscar refugio, cazar o comunicarnos. Para las personas, nuestros recuerdos nos definen y al perderlos olvidamos quiénes somos.
La naturaleza de la memoria ha sido una tema recurrente en la filosofía y la psicología antigua. Al contrario que los egipcios, que localizaban la mente en el corazón, Platón la situó en el cerebro. En su pensamiento racionalista, la memoria servía de puente entre el mundo real y el de las ideas: la mente era el artista en nuestras cabezas que dibujaba en el lienzo del alma las percepciones del mundo exterior. No opinaba igual su discípulo, Aristóteles, quien definió la memoria como simples asociaciones entre estímulos y experiencias, iniciando así una larga tradición empiricista cuyo más celebre ejemplo sean probablemente los experimentos sobre condicionamiento de Pavlov. Curiosamente, estas visiones tan antiguas y opuestas sobre el papel activo o pasivo del cerebro en generar recuerdos (y en definitiva, de representar el mundo que nos rodea) perdura hasta nuestros días. ¿Qué es más real, el mundo exterior o el interior? ¿Tan solo percibimos lo que hay afuera y de alguna forma, trabajamos con eso? ¿O quizás nuestra realidad esta generada por nuestro cerebro y los sentidos sólo la filtran? Si yo desde la distancia, con un pulso electromagnético, consiguiese estimular tu corteza cerebral para ti sería muy real sentir que alguien te ha acariciado el brazo. ¿Es eso real, a pesar de no haber pasado? ¿Podrías convencer a alguien de que sentiste lo que sentiste? ¿Pastilla roja o pastilla azul?
Recuerdo una frase de Rodolfo Llinás, gran teórico de la mente, que me ha acompañado hasta hoy y todavía me apasiona. Después de su charla, en un encuentro sobre neurociencia cognitiva, el anciano profesor nos dijo: “…lo cierto, es que el cerebro es una extraordinaria máquina de soñar, que continuamente elabora modelos sobre el mundo real”. Antes nos había explicado cómo, mientras soñamos, lejos de descansar el cerebro se encuentra en pleno funcionamiento, generando y funcionando desde dentro, sin sentido de la vista, oido, tacto o gusto que lo restrinja. Y cómo lo que nosotros llamamos sueños tal vez sean nuestra única realidad, dentro de nuestros cerebros de donde todo nace y solo posteriormente adulterada por nuestros sentidos al despertarnos.
Posiblemente, lo que me hizo querer ser neurocientífico es el hecho de entender que, si de alguna forma existe algo mágico o sobrenatural en este universo, es en el cerebro y en esos sueños donde lo encontraremos. Cómo no enamorarse de algo así. Déjame que te cuente más.
Precious Memories
As I travel down life’s pathway, know not what the years may hold. As I ponder, hopes grow fonder, precious memories flood my soul.
Precious father, loving mother, glide across the lonely years. And old home’s scenes of my childhood in fond memory appears.
Precious memories, how they linger how they ever flood my soul. In the stillness of the midnight, precious sacred scenes unfold.
Bob Dylan (adapted from J.B.F. Wright)
Que bonito e interesante blog!
Aprenderemos contigo y de ti, cosa extraña en tiempos en que hablamos sin decir nada y oímos sin escuchar.
Por compartir algo… que refiere más al recuerdo ajeno que a la memoria propia, y que complementa bien al leitmotiv de tu blog (“One lives in the hope of becoming a memory”), una frase de la película Princesas (Fernando León de Aranoa, 2005): “Existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés”.
Ánimo con el blog! Son buenos tiempos para la reflexión…
Muchas gracias por tu comentario Nacho. Espero aprender tanto yo como vosotros! Gran película y mejor frase. Nos leemos por aquí 😉
Gracias Gabi por la parte que me toca, que es aprender y compartir tus experiencias.
La verdad es que creo que eso es lo que nos une a todos, compartir experiencias, las propias y las ajenas.
En estos tiempos de encierro, bueno en cualquier tiempo, los recuerdos como bien apuntas se convierten en la única realidad estable.
Voy a seguir leyendo el resto de tus entradas, que he empezado con retraso.
Un abrazo.